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2005 09 18

 

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18 de septiembre de 2005
RUANDA
Ruanda, una tragedia olvidada
Un país asolado por las catástrofes que, once años después de sufrir un genocidio, sigue luchando por la paz y la reconstrucción de su pueblo.
Fotógrafo: CÁRITAS
En las diócesis de Ruanda se ayuda a la población en la alfabetización

 


Mª VICTORIA PASCUAL. Zaragoza | Libros como "Ébano" de Ryszard Kapuscinski o películas como "Hotel Rwanda" han vuelto a poner de actualidad la trágica historia de todo un pueblo, el de Ruanda, que, dividido entre hutus y tutsis, acabó matándose sin ninguna contemplación en 1994. Un genocidio que provocó una limpieza étnica de un millón de personas, en su mayoría tutsis asesinados a manos de hutus, aunque hubo violencia y excesos por las dos partes. También generó casi dos millones de refugiados en la región de los Grandes Lagos de África.

En poco más de diez años, las cosas han mejorado relativamente gracias al apoyo internacional. La ayuda española ha hecho que muchas familias que sobrevivieron a la barbarie hayan podido .

reanudar, en la medida de lo posible, sus vidas. La ayuda humanitaria llevada a través de todos los donativos de Cáritas en nuestro país durante once años ascendió a 39.682.381 euros y ha servido para construir casas, mejorar los cultivos, la salud y la enseñanza. Aragón, al explotar el genocidio en 1994, respondió con 110 millones de las antiguas pesetas.

Además, varios misioneros aragoneses prestaron sus vidas a esta causa y decidieron hacer las maletas para viajar a África. Javier Lamana, un aragonés que ha venido a pasar unos meses a Zaragoza, es uno de ellos. Lamana lleva varios años dedicándose a los demás, ha estado en muchos lugares y ahora trabaja en el continente africano. El misionero aragonés dice que "en cada misión se tiene que estar unos cuantos años porque requiere mucho tiempo aprender la lengua nativa, sobre todo las africanas. Además, hay que hacerse con la gente para no parecer un extraño. Se tiene que aprender a convivir con ellos y a respetarlos". Lamana opina, desde su experiencia, que el modelo de desarrollo tiene que ser distinto al de Europa porque son dos culturas totalmente diferentes. Allí todos los días se vive la tragedia y, aunque este zaragozano reconoce que hay momentos en los que se siente solo, su fe le anima a seguir trabajando.

Tras el genocidio, en el que se exterminó a los hutus y tutsis partidarios de un Gobierno de coalición, las cosas cambiaron. La vida cotidiana allí es muy diferente a la española y esta tragedia agravó la situación, lo que multiplicó el trabajo de los cooperantes. Según el misionero aragonés, "allí te toca hacer de todo, porque para reconstruirlo, hay que atacar desde diversos frentes". "Unos días hay que ir a por piedras para construir casas, o ir a buscar un avión por carreteras sin asfaltar y con el riesgo de que si pasa el avión y no estás, se pierde la mercancía. Pero gracias a esta ayuda se han podido construir casas, antes de barro y paja, y ahora con cemento", subraya.

La situación actual es muy difícil, algo que el cooperante aragonés achaca a la dificutltad de .

desarrollo sin cooperación internacional. "Algo tuvo que ver con la situación actual la intromisión de países ajenos a su cultura", afirma rotundo.

Entre los problemas que encaran sus habitantes destaca la falta de educación. La inmensa mayoría de la población es analfabeta y los niños que pueden ir a la escuela tienen profesores con estudios hasta 5º ó 6º de EGB. Gracias al apoyo internacional -en este caso al PMA (Programa mundial de alimentos de la ONU)-, les llega comida a las colegios. Sin embargo, otro peligro les acecha: los recursos no llegan para todo el curso. La necesidad es muy grande, pero la picardía, también.

A pesar de que la región de los Grandes Lagos es una zona muy fértil y rica, sus habitantes viven en la inseguridad de no saber si van a tener algo para comer. Su base alimenticia consiste en el sorgo para hacer pan, los cacahuetes y la carne. "Sobre todo, de vaca, pero también hay cabras y gallinas -relata el cooperante aragonés-. Lo que no hay es cerdo, supongo que por influencia de los árabes, aunque entre ellos no hay ninguno. Cuando hacemos una fiesta matamos una vaca. Y pescado casi nunca se come porque, aunque hay ríos, no tenemos neveras para conservarlo, por lo que no se puede pescar para vender, sólo comemos cuando viene alguien en bicicleta y lo vende".

La subsistencia

En este país no existen los puestos de trabajo típicos del "mundo desarrollado", cada uno tiene una serie de ocupaciones con las que tiene que cumplir para poder subsistir. A Lamana, en ocasiones, le toca cuidar animales o participar en labores del campo, pero también colabora en otras actividades lúdicas típicas de la zona.

A partir de las siete de la tarde, cae el sol y el fuego se convierte en su medio para poder seguir trabajando. Lamana relata: "Parece que tengan visión nocturna, yo me tropiezo si no hay luz y ellos funcionan como un escáner. Algunos afortunados tienen una linterna comprada en un mercadillo, pero funciona con pilas chinas, que son las únicas que llegan y de muy poca duración, por lo que no les sale rentable, si podemos hablar con estos términos".

Por eso, aunque desde 1994 Cáritas Española, entre otras organizaciones, ha invertido grandes cantidades de recursos de todo tipo -humanos, técnicos y financieros- en esta región, la situación no acaba de mejorar y todavía queda mucho camino por andar.

La reconstrucción económica, política y social que exigen estas tragedias es larga y costosa. Pero los que allí intentan ofrecer a la población un futuro mejor no tiran la toalla. Personas como Lamana, que pueden dar testimonio de la dificultad de la vida en África, quieren dejar bien claro un mensaje: "Hay que seguir luchando por la paz, creando un ambiente de confianza entre los diversos grupos y facilitando el diálogo".