Ayer
hizo cinco años a esta misma hora, siete menos cinco de la mañana,
que me llamaba por teléfono la médico de guardia de la clínica
los Naranjos de Badajoz. Una voz escueta me decía: "Don Manuel
Pacheco acaba de morir".
La
noche anterior todavía teníamos esperanzas, pero... le venció la
neumonía. ¡Cuántas ilusiones rotas!
El
lugar de Manuel Pacheco en la literatura española está
siendo reconocido. La muerte de José Manuel Blecua coloca a Miguel
Labordeta y a Manuel Pacheco unidos por el surrealismo
desde aquel 1949, año de la publicación de Ausencias de mis
manos. .
Mi
aldabonazo ha sido un artículo mañanero de Rafael Abella.
Fue en la presentación de Las noches del buzo, en una Feria
del Libro de Badajoz, ante la única presencia literaria del poeta y
escritor Gabriel Albendea, donde Pacheco expresó su
satisfacción ante su propia obra: "Camarasa, que ha
resucitado a Chamizo, me está resucitando a mí". Y el
artículo de Abella no hace más que revalorizar la obra El
miajón de los castúos, de Luis Chamizo, que la sitúa
en el mejor de los contextos históricos. 1921, aquel año.
Cada
día observamos cómo las crónicas que los diarios dejan de contar
se ven reflejadas en obras literarias que diversos autores narran. A
los cinco años de la muerte de Pacheco, Gabriel Albendea ha
escrito en Sinfonía patética de Nueva York unos versos
exquisitos sobre las torres gemelas que ningún periódico contó.
La España de El miajón de los castúos es tan real e
innovadora como el protagonista del drama Las brujas, Agustín,
un infeliz del desastre de Annual.
La
muerte de Manuel Pacheco cerró un ciclo en la historia de la
literatura extremeña. Desde que nos falta se ha perdido un
referente obligado. Algo está apagado en la escritura colectiva y
se bucea sin oxígeno buscando una innovación que no llega. La
referencia a Manuel Blecua, uno de los primeros admiradores
de la obra de Manuel Pacheco, hará posible que nuevas
generaciones de estudiosos valoren la historia española teniendo en
cuenta a todos.